lunes, 14 de diciembre de 2020

Reseña: Vozdevieja. Elisa Victoria.

Título: Vozdevieja

Título original: Vozdevieja
Autor(a): Elisa Victoria
Año: 2019
Género: Costumbrismo. Familia.

Puntuación: 3'5/5



SINOPSIS

Tiene nueve años. Su nombre es Marina, pero en el cole la llaman Vozdevieja. Este verano en Sevilla, el primero después de la Expo del 92, es tan largo y tan seco que ella no sabe si llorar o reír. Si quiere que todo cambie o que todo siga igual. Porque aún juega con muñecas Chabel pero ya mira revistas para adultos. Porque su madre está enferma y ella ya se imagina en un convento rodeada de huerfanitas. Porque todo el mundo, también su padre, insiste en desaparecer. Porque su mejor amiga es su abuela, quien le guisa, la peina, se deja cortar esas uñas como alacranes, le cuenta su amor por Felipe González, le dice tranquila, le enseña nuevos tacos, le cose vestidos de flores. Luego sale y esos vestidos le molestan tanto como si fueran de lija. Y aun así, Marina siempre tiene hambre: de vida, y de filetes empanados.


RESEÑA

Llevaba meses viendo esta portada por todas partes y su título, Vozdevieja, me llamaba. Y como buena mujer nacida en los años 80, cualquier novela que relate escenas de mi infancia y mi juventud me atrae cual polilla a la luz, así que decidí darle una oportunidad a la primera novela de Elisa Victoria.

En Sevilla vive Marina, una niña de nueve años a la que se conoce con el apodo "Vozdevieja", quizás por el tono de su voz y quizás porque pasa tanto tiempo entre adultos que utiliza muchas expresiones propias de los mayores. Es el verano del 93, un año después de la Expo, y Marina relata en primera persona su vida a caballo entre la casa de su abuela y la de su madre, en su paso entre la infancia y la adolescencia, en la que todavía la consideran una niña para muchas cosas, como la verdad detrás de la enfermedad de su madre, y cómo ella se esconde para realizar actividades más propias de una edad más madura. Marina narra su día a día su verano más cotidiano, con las mañanas durmiendo hasta tarde y desayunando churros, las tardes de calor en la plaza del barrio jugando con sus muñecas Chabel al mismo tiempo que se esconde para mirar revistas de adultos, y las noches viendo la televisión con su abuela.

"Ella sabe que no he nacido para ser su hija y yo sé que ella no podía sentirse más lejos de estar preparada para ser madre cuando parió. Estamos aquí por casualidad, resistiendo las tentaciones como un favor de la una para la otra. Es muy duro. Mi casa es un escondrijo lleno de fugitivos."

Marina relata sin pelos en la lengua, con la sinceridad y la ausencia de pudor que caracteriza a los niños, su visión acerca de la vida y su recién adquirida consciencia acerca de la muerte, de la soledad, del sexo, de sentirse diferente, de la enfermedad y de la amistad. Aborda también la curiosidad por la pornografía, las mentiras y la violencia entre niños; mientras narra con ingenuidad las actividades más puras de la vida en familia: dormir en bragas tras escuchar los cuentos de siempre con palabras que nunca cambian, ir al baño a cagar, hablar con su abuela de los amores de juventud o echarse la siesta después de comer el puchero. Marina acerca al lector a las imperfecciones de la vida doméstica contada sin tapujos y con una picardía que a veces parece impropia de sus 9 años de edad.


Aunque me ha encantado el argumento costumbrista de una niña de 9 años viviendo en Sevilla en los años noventa y todas las referencias de la época (la política, la vida con las abuelas, el día a día en el colegio) así como la cercanía y las descripciones sin tapujos de nuestra protagonista, a mitad del libro ya me había cansado un poco de tanta honestidad, de hablar de mear y de cagar al menos una vez por capítulo, con una trama que no evoluciona apenas y en la que no se llega a profundizar (¿qué enfermedad tiene la madre? ¿es de la mente o del cuerpo?). 
De todos modos me he sentido identificada en muchas ocasiones con el retrato de una infancia en la que los niños empiezan a volar un poco solos, en la que disponen del tiempo libre del verano que parece eterno, en la que aún juegan con muñecas pero sueñan con besarse y se hacen amigos de niños desconocidos en 5 minutos. Una estampa de una época que traerá nostalgia a cualquier niño de los 80.

"Los mayores transmiten la sensación de cargar con un pasado lleno de sufrimiento. Nos tratan con condescendencia, las facilidades con las que contamos los niños de hoy les parecen una chuchería. No lo tenemos tan sencillo como ellos creen, pero nos gusta confirmarles que sí, que todo va a ir bien, por si acaso se van pronto que se vayan tranquilos, con la sensación de que la historia ha tenido un final feliz."

Lo que no me ha terminado de convencer es el pensamiento crítico e impúdico de Marina, una niña de 9 años obsesionada por la violencia y la pornografía, que me ha resultado fuera de lugar. Quizás es que yo fui una niña más casta pero las reflexiones de la protagonista no se las achacaría a una niña de 11 ni de 12 años si me apuras, sino a alguien más mayor aunque aún con esa inocencia que acompaña la inexperiencia de la infancia. Leyendo alguna entrevista de la autora, ella justifica que ha colocado en Marina palabras que un niño de su edad quizás no conoce o no sabe utilizar para describir esos momentos filosóficos, de preguntas y de curiosidades sobre la vida, que sí que pasan por la cabeza de todos los niños. Es por eso que Marina aparece en ocasiones muy madura y en otros, más infantil, y eso ha hecho que a veces me descolocara.

A pesar de que es una novela corta de menos de 300 páginas, me ha llevado mi tiempo terminarla. Tal vez porque le falta esa acción y ese suspense que me hacen retomar un libro en cualquier minuto libre que tengo, y al ser una lectura más pausada y reflexiva me costaba encontrar un momento para retomarla y disfrutarla con tranquilidad. A pesar de todo me ha gustado esta novela costumbrista y feminista, que se centra en las relaciones entre las mujeres (abuelas y nietas, madres e hijas, vecinas y amigas) y desarrolla con lentitud reflexiones profundas acerca de la vida a través de los ojos de una niña de 9 años, desde lugares cotidianos que te hacen recordar tu propia niñez.



"Las cosas no van mal del todo. El problema está dentro de mí. La mayor parte del tiempo la dedico a disimular con todas mis fuerzas, a fingir que lo que nos rodea no me extraña hasta la médula. Es difícil confiar en los demás porque a ellos no parece costarles tanto interpretar su papel y eso me inquieta. Ni siquiera diría que están actuando, es como si para ellos la vida fuese algo natural y para mí algo forzado."

En conclusión, un retrato de la infancia de los años 90 contada sin tabúes a través de la mirada tierna y ocurrente de una niña de 9 años. Una novela generacional llena de inquietudes y nostalgia de una niñez que ya terminó.

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