lunes, 15 de junio de 2020

Reseña: Ocho millones de dioses. David B Gil.

Ocho millones de diosesTítulo: Ocho Millones de Dioses
Título original: Ocho Millones de Dioses
Autor(a): David B Gil
Año: 2019
Género: Histórica. Aventura.

Puntuación: 5/5



SINOPSIS

Un hombre de fe obligado a desentrañar los más terribles crímenes, un joven samurái erigido en su protector, un viaje a través de un país castigado por siglos de guerra.

Toledo, 1579. El padre Martín Ayala recibe la inesperada encomienda de regresar a Japón -el país donde se formó como sacerdote y misionero- diez años después de ser apartado de la misión por su relación ilícita con una joven japonesa. Alguien está asesinando con ritual crueldad a los padres cristianos en dichas costas. Ayala, considerado el máximo conocedor del idioma y las costumbres niponas en el seno de la Iglesia, deberá desentrañar las razones que se ocultan tras estas muertes.

Japón, año 7 de la Era Tenshô. Kudô Kenjirô, hijo de un samurái rural, es elegido para una ingrata labor: proteger a un extranjero llegado con la intención de investigar unos crímenes inciertos. Kenjirô pronto descubrirá que fuerzas extrañas conspiran para que el visitante no lleve a buen puerto sus pesquisas. Juntos recorrerán un Japón devastado por la guerra y emponzoñado por las conspiraciones. A medida que el jesuita se reencuentra con su pasado, el curso de la investigación se desvelará fundamental no solo para la pervivencia de la cristiandad, sino para el propio futuro del país.



RESEÑA

Después de descubrir a David B Gil con su maravillosa obra El Guerrero a la sombra del cerezo, conseguí todos sus libros al momento. Decidí empezar con ésta porque el contexto es muy similar, volvemos al Japón feudal aunque nos situamos en una época un poco anterior, y cuenta con el mismo estilo.

Por amor al arte: Hiroshi Yoshida (1876 – 1950)Japón se halla inmerso en la era Sengoku, dos siglos de guerra constante en una nación dividida en cientos de feudos enfrentados entre sí, cada uno gobernado por un señor (daimio) con sus propios ejércitos e intereses. La población se comporta de acuerdo a una rígida jerarquía social en la que la casta guerrera de los samuráis imparte justicia rigiéndose por un estricto código de conducta (Bushido) y venera el deber a su señor por encima de todo.

A mediados del siglo XVI, uno de los grandes señores de la guerra, Oda Nobunaga, controla las principales provincias del centro del país y pretende unificar todo Japón bajo su mando convirtiéndose en shogún. Es en ese momento cuando la corona portuguesa encomienda la misión evangelizadora de Japón a la Compañía de Jesús, una élite dentro de la Iglesia católica, encabezada por el misionero navarro Francisco Xavier. Oda Nobunaga se convierte en un aliado de la misión jesuita en contraposición de algunos clanes de poderosas familias samuráis, de la provincia libre de Iga (única provincia de lealtad cambiante que decidía a qué señor samurái prestar servicio) y de las hostiles sectas budistas (muchas con sus propios ejércitos, como la secta Tendai).

El padre jesuita Martín Ayala formó parte de la primera misión de Francisco Xavier a Japón y se encargó de aprender el idioma y las costumbres de los japoneses para facilitar la cristianización. Tras veinte años en Japón, fue expulsado de la misión y regresó a España donde se estableció como maestro traductor. En 1579 Ayala recibe el encargo de regresar a Japón para investigar una serie de macabros asesinatos de sacerdotes de la misión jesuita. Cuando Ayala desembarca en Japón, acude a la provincia de Anotsu donde el señor Akechi Mitsuhide, vasallo de Oda Nobunaga, le proporciona una orden de paso oficial de la corte de Gifu para poder cruzar las tierras alrededor de la ruta Tokaido y le obliga a ser acompañado por un guardaespaldas (yojimbo). Deciden elegir a un samurái rural (goshi), Kudo Kenjiro, para que acompañe a Ayala en su investigación. Aunque Kenjiro trabaja en el campo, ha recibido la educación de un samurái por parte de su padre, Kudo Masashige, el mejor espadachín de los cinco valles. 

"—Los daimios tienen un único dios: la guerra. Se dirán cristianos mientras esto les granjee algún tipo de ventaja, pero mudarán de piel como las serpientes en cuanto el viento cambie. [...] La misión se olvida de estos cristianos que padecen por conservar su fe y se lanza a los brazos de los señores samuráis, que usan la palabra de Cristo para comerciar con los portugueses y debilitar a los bonzos."

Mientras Ayala y Kenjiro se dirigen hacia los lugares donde se han encontrado sacerdotes asesinados, l
os altos cargos de Akechi Mitsuhide encargan en secreto que Igarashi Bokuden, espía y maestro shinobi, vigile de cerca a Ayala y Kenjiro e informe de todo lo que descubran. Pero Igarashi descubre en los jesuitas asesinados un rastro que lo conduce a la provincia de Iga, donde se forman los mejores espías y asesinos y donde él mismo fue expulsado. Y al regresar a su tierra a investigar, bajo prohibición de pena de muerte, debe enfrentarse al Tribunal de las Máscaras (consejo gobernante de la provincia de Iga con representantes de todos los clanes shinobi) y acaba aceptando la misión de asesinar al padre Ayala para proteger a su familia.
Mientras Igarashi se encuentra en Iga, Ayala y Kenjiro se cruzan con el ejército de Fuwa Torayasu, daimio cristiano de la provincia de Takatsuki y vasallo de Oda Nobunaga, que se dirige al monte Hiei para acabar con la secta de monjes budistas (bonzos) Tendai, creyendo que son los responsables de los asesinatos de los jesuitas. Allí conocerán a la dama Nozomi, la jefa de espías de Torayasu, y finalmente descubrirán la verdadera razón para la muerte de los jesuitas de la mano de la misteriosa contrabandista, la dama Reiko.

Imagen

Como con su primera novela, David B Gil nos pone en antecedentes en el prólogo y nos introduce en el momento histórico de Japón en el que se desarrolla esta historia, que ayuda mucho a no perderte en nombres de batallas y líderes. Gracias a un titánico trabajo de documentación que se aprecia en cada página, el autor proporciona un contexto histórico fiable y preciso creando una ambientación exquisita e introduciéndonos en el mundo feudal del Japón de la era Sengoku. Aunque ya conocía la lucha de los daimios y el intento de reunificación de Japón gracias a su primer libro, ha sido una novedad descubrir en profundidad la importancia de los clanes de Iga, la presencia de los shinobi (individuos especializados en la infiltración, el asesinato y el espionaje) en todos los feudos y especialmente el intento de cristianización llevado a cabo por los jesuitas y su relación con el comercio portugués. Con un sinfín de palabras japonesas (nanban, ronin, sugegasa, daisho...) que llegué a aprenderme tras las más de 600 páginas de novela, David B. Gil crea un mundo épico de samuráis, espías y contrabandistas en un país plagado de tradiciones con un arraigado sentido del deber.

"—No tiene sentido avergonzarse de las cosas que uno ha hecho. Si se hicieron fue porque en su momento nos parecieron razonables o inevitables; y si ya no nos lo parecen, basta con no repetirlas —concluyó Kenjirō—."

Pero sin duda son sus personajes la auténtica magia de este libro. Nos encontramos con cuatro personajes principales (Ayala, Kenjiro, Igarashi y Reiko) cuyas historias transcurren en paralelo y se van acercando cada vez más hasta que se cruzan de manera insólita. Aunque son todos muy diferentes (un padre cristiano, un samurái rural, un maestro espía y una contrabandista), son en el fondo buenas personas. Pero David B. Gil no los idealiza sino que los presenta con sus luces y sus sombras, aunque siempre manteniendo la esencia de cada uno de ellos y enfrentándolos al reto de cambiar y ceder para sobrevivir en un mundo cruel manteniendo los principios de uno mismo. Además el autor es capaz de crear personajes femeninos poderosos y a la vez coherentes con la realidad histórica que presenta, evitando caer en los tópicos románticos.
Me encanta el guiño que hace a "El guerrero a la sombra del cerezo" con la aparición de Fuyumaru, el maestro shinobi que aparece brevemente en el primer libro; al igual que la evolución lenta pero constante de Kenjiro hacia un samurái de leyenda y que me recuerda a Seizo. Pero especialmente me ha marcado la relación que crea entre el padre Ayala y Kenjiro, y la preciosa amistad que desarrolla a pesar de las profundas diferencias que presentan inicialmente, tanto a nivel de edad como religioso y cultural.

David B. Gil nos deleita con una prosa elegante y descripciones muy detalladas que no resultan densas y que preservan la fluidez de la trama, arrastrándonos a una historia bélica que toma prestado el camino del héroe de la novela fantástica y que engancha desde la primera página. A través de un narrador omnisciente, el autor no sólo nos enseña lo que ven nuestros personajes sino también lo que sienten, haciendo que empaticemos profundamente con todos ellos.
A pesar de su longitud, es un libro que se lee muy rápido y no quieres que termine. Con profundas reflexiones morales que te hacen pensar durante un buen rato y giros argumentales sorprendentes que te dejan con la boca abierta, David B. Gil consigue que al final todas las piezas encajen en su lugar. 

Y vaya títulos. En "El guerrero a la sombra del cerezo" nos centrábamos en el camino del samurái mientras que en "Ocho millones de dioses" exploramos el carácter religioso de la cultura japonesa. Y es que la expresión "ocho millones de dioses" se emplea en la religión sintoísta para referirse al conjunto de divinidades que pueblan el cielo y la tierra, invocando a todo lo sagrado de este mundo.

"¿Tan importante era para ellos proclamar la verdad de su dios? Las Islas Divinas ya tenían a sus propios dioses, antiguos y orgullosos; no necesitaban al dios de los extranjeros."

En conclusión, una novela de asesinatos y espías, de batallas y traiciones, de comercio y religión, envuelta en el costumbrismo y en las tradiciones del Japón feudal. Con reflexiones morales y teológicas que acompañan a una trama absorbente, esta historia maravillosa me ha encantado. Extraordinaria.

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